viernes, 29 de marzo de 2011
páginas relacionadas con DDM

這個頁面上的內容需要較新版本的 Adobe Flash Player。

get Adobe Flash Player

Transformando el Sufrimiento
La esencia del Chan
Desde el momento en que nacemos, nos persigue la amenaza de la enfermedad. No existe la persona que no haya sufrido enfermedad alguna, y sólo después de la muerte cesa la enfermedad. Pero las vidas de los seres sensibles también están marcadas por la aflicción mental. De hecho, una persona sana con una mente enferma podría sufrir más que alguien con un cuerpo enfermo y una mente sana. Hace 2.500 años, el Buda comprendió que era importante ayudar a las personas a aliviarles el sufrimiento mental. Por lo tanto, el Dharma que nos dio no es un anestésico para el dolor físico sino un camino para aliviar el sufrimiento mental. Cuando se hayan curado todos nuestros problemas mentales, a eso se le llama liberación.

Las religiones occidentales hablan del Génesis como el momento cuando todo empezó, pero el Budismo considera que el tiempo no tiene ni comienzo ni fin, y que los seres sensibles han conocido el sufrimiento desde el tiempo sin comienzo. El Budismo también enseña que nuestras experiencias de vida provienen de causas previas. Por consiguiente, nuestros actos presentes se convierten en las causas para los efectos futuros. Esto es el karma. Las aflicciones surgen de nuestro entorno, de nuestras relaciones y de nuestra propia agitación interna. Las relaciones, en particular, provocan mucho sufrimiento: las personas señalan a sus enemigos como el origen de su miseria, pero más a menudo el “culpable” es un miembro de la familia o un conocido. Sin embargo, es el enemigo interno el que nos provoca más aflicción, nuestra propia mente. Nuestros pensamientos, sensaciones, actitudes y percepciones cambian constantemente. Podemos pasar de la arrogancia al arrepentimiento, de la alegría a la pena, del odio al amor en cuestión de segundos. A medida que pasa el tiempo, nuestro punto de vista cambia, de modo que vemos las cosas de una manera completamente nueva. Al estar agitados, nos sentimos impotentes para tomar decisiones. Nos preocupamos por la ganancia o pérdida, lo correcto o lo incorrecto. Tanta indecisión nos lleva a la confusión.

Aunque todo el mundo sufra de esta manera, muchos insisten en que no tienen problemas. Una vez pregunté a alguien por qué tenía tantas aflicciones. Él lloró: “No soy yo, son las personas malas las que me están haciendo tan miserable”.

La aflicción puede venir en la forma de codicia, enfado, ignorancia, arrogancia o duda. Siempre que estés afligido, examina la naturaleza de tu aflicción. En cuanto identifiques tu aflicción, su intensidad disminuirá. Cuando estás afligido por la codicia, por ejemplo, recobras la calma pensando: “¡Estoy sucumbiendo al deseo otra vez!” Si puedes ser objetivo y no crítico contigo mismo, la codicia disminuirá. Similarmente, cuando estás consciente de tu propia arrogancia, tu sufrimiento disminuirá. Cuando estás tonto, averigua el por qué. Simplemente el aceptar tus puntos débiles aligerará tu aflicción y sufrimiento. Si tienes dudas acerca de cómo conseguir hacer algo, dite a ti mismo: “Esto es lo correcto por hacerse y puedo hacerlo”. Todavía no he encontrado a nadie que no tenga duda alguna.

El Budismo describe cinco causas generales de la aflicción mental:
- Perseguir los objetivos sin considerar tus fuerzas y puntos débiles: Quizás no estás conciente de los recursos que posees y por lo tanto nunca estás satisfecho con tus esfuerzos. O, en una situación fuera de tu control, te atormentas a ti mismo resistiéndote a lo inevitable. Muchas personas, especialmente los jóvenes, creen que pueden llevar a cabo casi cualquier cosa, pero en la adversidad, en lugar de comprender su situación y de entender la situación, sienten que están equivocados.

- Tener un deseo insaciable de expandirse y de vencer. Las personas que sufren de este problema sienten la necesidad de magnificar sus capacidades, éxitos y posesiones; desean extender su influencia más allá de todos los límites. Algunos se esfuerzan por la fama; otros desean dominar a aquellos que se les oponen. Dichas luchas por el poder pueden tener lugar entre individuos, familias y naciones. En cualquier nivel, es un problema mental.

- La arrogancia al alcanzar un objetivo particular o clase social: El orgullo y la estima de sí mismo pueden conducir a la insensible despreocupación por los demás. Una persona arrogante cree que tiene el derecho a dañar a los demás de acuerdo a su antojo.

- La desesperación al fracasar en alcanzar un objetivo: Cuando estás desanimado, pierdes la confianza en ti mismo, y le echas la culpa a los demás de tus fracasos. Generas desesperación.

- La inseguridad debido a la duda: Hay un profundo sentido de inseguridad. La confianza se evapora rápidamente.

Estos cinco tipos de disturbios pueden generar muchos otros problemas mentales. Las personas a menudo entran en negación acerca de sus aflicciones. “No tengo ninguna aflicción”. Otro método es el tratar de curarse a sí mismo con infinitas revisiones de los defectos, y lo que uno cree como remedios. Ambos métodos tienden a empeorar los problemas.

Y luego, están aquellos que buscan ayuda profesional. Desde la perspectiva budista, las terapias analíticas pueden descubrir solo la parte superficial del problema, y por lo tanto, el paciente nunca ve la pintura completa de su enfermedad. Después de una terapia extensiva, los problemas aún pueden resurgir y los pacientes pueden languidecer en años de terapia. A diferencia de la terapia analítica, el Budismo no trata las causas específicas de la aflicción mental, sino que aborda directamente el reconocimiento y alivio del sufrimiento mental. El método budista radica en cambiar nuestro entendimiento de la naturaleza misma de nuestra existencia y en dedicarse a un método de práctica.

El cambiar nuestro entendimiento implica la creencia en el karma, la comprensión de la ley de causas y condiciones, y el cultivo de la compasión.

- La ley del karma, o causa y efecto: Los budistas creen que hubo una vida antes de esta vida, y otra antes de aquella, y así sucesivamente a través de innumerables vidas pasadas. Mucho de lo que experimentamos ahora podría parecer injusto, pero es simplemente una consecuencia de acciones que hemos realizado en el pasado. Nuestra buena voluntad de aceptar lo que nos sucede, bueno o malo, depende de nuestra buena volunta de aceptar nuestro karma. Este concepto se extiende más allá de las creencias religiosas: es un hecho bien conocido de la vida cotidiana: nuestras acciones tienen consecuencias.

- La ley de causas y condiciones: Todos los fenómenos surgen y se desvanecen debido a la reunión de diferentes condiciones. La causa de una flor es una semilla, pero la tierra, el agua y el sol deben estar presentes para que la planta exista. El paso del tiempo, el desarraigo o la falta de agua o de sol harán que la planta se marchite y muera. Entonces, cuando tenemos éxito en algo, no hay necesidad de estar orgullosos o arrogantes cuando comprendemos que nuestro éxito fue debido a la ayuda directa e indirecta de muchas personas. Y puesto que sabemos que lo que viene a la existencia pasará, no hay necesidad para desesperarse cuando encontramos adversidad. Como reza el refrán: “siempre esta más oscuro antes del amanecer”.

- La compasión: Normalmente, las personas esperan que los demás sean compasivos con ellos, pero casi nunca recuerdan que también deberían ser compasivos con los demás. Están aquellos que, cuando cometen un error, exigen que sean perdonados. “¡No me midas con los estándares de un santo!” Pero si alguien se equivoca, dicen rápidamente: “¿Por qué no puedes hacerlo correctamente a la primera vez?”. Puedes desarrollar y nutrir un espíritu de compasión a través de observar activamente las siguientes ideas:
Comprender tus propios conflictos y cultivar la armonía interna.
Sentir simpatía por los defectos de los demás.
Perdonar los errores de los demás.
Preocuparse por el sufrimiento de los demás.

El comprender nuestros propios conflictos internos es especialmente importante; el estar en paz con uno mismo requiere de una mente calmada. Si estás consciente de que tus acciones tienen consecuencias, y que las situaciones difíciles surgen de las condiciones creadas por tu propio karma, experimentarás compasión, simpatía, perdón y solidaridad hacia los demás.

Provisto de un entendimiento del karma y de las causas y condiciones, uno debería dedicarse a las prácticas de la concientización y de la meditación.

- La concientización puede alcanzarse a través de recitar el nombre del Buda. Primero, la recitación del nombre del Buda para poder renacer en la Tierra Pura del Buda Amitabha, te da esperanza para el futuro y, por consiguiente, te lo hace más fácil para dejar ir el presente. Segundo, la recitación del nombre del Buda puede aliviar tus problemas mentales.

Cuando te encuentras psicológicamente desequilibrado, puedes eliminar el enfado, duda u otros disturbios mentales a través de concentrarte en el nombre del Buda. A menudo les digo a las personas: “Cuando deseas gritarle a alguien, recita el nombre de Amitabha”. Envía tu enfado a Amitabha. ¡Deja que sea su problema!

La meditación sentada puede reunificar una mente dispersa y estabilizar la aflicción. Hay muchos métodos de meditación y muchos niveles de logro; Al respecto, déjame simplemente darte una idea de las etapas más profundas que podrías experimentar en la meditación, a saber: las etapas de samadhi y de no-mente. El samadhi es cuando llegas al punto donde no existe ningún pensamiento errante en tu mente. En el samadhi, no hay ni una persona ni un problema que pueda afligirte. Del samadhi, puedes desarrollar la sabiduría de la no-mente. Ésta es la iluminación Chan. El alcanzar la iluminación es examinar tu propia naturaleza y estar libre de aflicción mental y enfermedad. Cuando estás siempre en este estado y sin retroceso, has alcanzado la “gran iluminación”. Sin llegar a tanto está la “pequeña iluminación”, en donde podrían surgir antiguas aflicciones pero al menos serás capaz de manejarlas. Finalmente, incluso sin iluminación, la meditación es un paso importante para tu transformación de la aflicción a la liberación.