viernes, 29 de marzo de 2011
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Elegir y estudiar con un maestro
La esencia del Chan
Conferencia impartida por el Venerable Maestro Sheng Yen, el domingo 8 de julio de 1984.

Una vez el Buda Shakyamuni comentó que la profundidad de la sabiduría de un Buda y la extensión de su mérito sólo pueden ser establecidas por el que ha alcanzado la Budeidad. De modo parecido, es verdad que la práctica de un maestro sólo puede ser evaluada por quien él mismo es un maestro. Un estudiante, consecuentemente, no puede medir la extensión de la realización de un maestro. Lo que más puede hacer es conocer la visión correcta del Buddhadharma y estar seguro de que el maestro la enseña.

Tres principios fundamentales forman la visión correcta del Buddhadharma. Son los principios de causas y condiciones, de causas y consecuencias y del camino medio, siendo el último el sendero entre los extremos. Examinemos cada uno de éstos principios. Según el Buddhadharma, todas las cosas, siendo ilusorias y sin naturaleza propia, dependen totalmente de las causas y condiciones para su aparición. Causa y consecuencia están inextricablemente relacionadas a través el tiempo, de tal manera que no hay acción en el pasado, presente o futuro que pueda ser separada de su correspondiente causa y consecuencia. Más aún, todos los extremos, tales como la adhesión a la vacuidad o a la existencia, son falsos y erróneos, y de esta manera el único recurso es el camino medio, que se mantiene libre de los extremos.

El estudiante debe ser cauteloso con las visiones erróneas. Algunos maestros sostienen que hay dharmas (fenómenos) eternamente existentes. Los teístas, por ejemplo, sostienen que existe un alma perpetuamente bajo la jurisdicción de un Dios eterno. Otros creen que los dharmas de causa y efecto no están relacionados a través del tiempo. Opinan que los acontecimientos sólo ocurren al azar. Los materialistas admiten causa y efecto sólo en relación con acciones dentro del mundo físico, donde la relación entre un efecto y su causa es empíricamente verificable. Pero ellos niegan la noción de la ley kármica de causa y efecto que gobierna todos los planos de existencia, no solo la física.

Cualquier maestro cuyas enseñanzas concuerden con la visión correcta del Buddhadharma debe ser considerado por haber satisfecho al menos el mínimo requisito del maestro verdadero. Por lo tanto, al elegir un maestro los estudiantes deben fijarse sólo por la visión correcta. No deben molestarse en el carácter y la conducta del maestro.

Pero a menudo ellos lo hacen. Es común que el estudiante juzgue a un maestro a través de sus enseñanzas, observándolo con ojos de águila por cualquier contradicción entre las enseñanzas y las acciones del maestro. Esto genera problemas. Si hay alguna discrepancia entre los estándares admitidos por el maestro y lo que el maestro hace, entonces el practicante comenzará gradualmente a percibir sólo los defectos del maestro y al final estará desesperado de las enseñanzas que ha recibido. Por consiguiente, no solamente nunca practicará, sino también perderá toda la fe en la práctica misma.

El maestro está siempre sujeto a la crítica por sus discípulos. Como él es una persona iluminada, no es necesario que se relacione con la sociedad, pero lo hace por el bien de los que están en el lodazal de las falsas ilusiones. Mientras se relaciona con la sociedad, revela necesariamente sus puntos débiles. Como cualquier persona, tiene que comer, orinar, defecar, ponerse ropa y andar por las calles. Como resultado mucha gente mira a los maestros con asombro. Ellos exclaman: ¡Dios mío! ¡Él come! ¿Cómo puede ser que él sea un verdadero maestro si come como nosotros? ¡Va al baño como nosotros! ¿Cómo puede ser él exactamente como nosotros?

A pesar de que un maestro podrá sufrir de los mismos defectos que sus discípulos, hay que tener en cuenta de que la mente del maestro es siempre pura. Si fuera impura, sin duda alguna habría defectos en su enseñanza del Dharma.

Algunos maestros de determinadas religiones prefieren ocultar su vida personal. Nunca verás que ellos duerman, coman o usen el baño. Sólo se ve que el maestro se sienta en un lugar muy agradable, viste la más magnifica toga, y luce espléndido, puro y solemne. Parece que él es el representante de Dios.

Siempre digo que nunca me consideren como un Dios o un Bodhisattva. Yo soy exactamente igual que ustedes. Como cuando tengo hambre. También duermo como los demás. En efecto, pienso que también ronco, pero no estoy seguro dado que no puedo oírme a mí mismo cuando estoy durmiendo.

Una vez en el último retiro cuando todo el mundo estaba participando del servicio nocturno, fui a recoger uno de los instrumentos usados en la ceremonia, pero debido a que me sentía muy cansado, se me cayó el instrumento. Mi pensamiento en aquel instante fue que es definitivamente mejor no ser un maestro una vez que envejeces, porque el cuerpo deja de escuchar las órdenes de la mente. Si los discípulos ven el descuido aparente de su maestro, pasarán a imitar este defecto. Por supuesto, si mientras se realiza la Ceremonia de Ofrenda de Mengshan todo el mundo empezára a tirar cosas y cometer errores, yo estaría muy enfadado. Yo puedo cometer errores. Pero ese es mi privilegio, y mis discípulos no pueden compartirlo.

Aun si el maestro dice mentiras, roba o persigue mujeres pese a que sabe perfectamente bien que tales acciones son contradictorias al Vinaya (el canon de los preceptos budistas) – incluso si lo hiciera en la total visión de sus discípulos – él aún sería considerado como un maestro verdadero con tal de que reprenda a sus discípulos si ellos cometen transgresiones. Tal maestro sin ninguna duda cosechará las malas consecuencias de sus transgresiones. Pero eso es su asunto y no el de los demás.

La mayoría de los discípulos no pueden comprender esto, y por consiguiente surgen problemas. Esto es peor para los discípulos que están completamente ciegos al propósito de la práctica y siguen al maestro sólo porque otros lo hacen. En lugar de poner atención a la enseñanza del maestro, ellos se enfocan en su conducta y la imitan. Si el maestro rompe ciertos preceptos, ellos también lo hacen. La diferencia consiste en que ellos llevan sus infracciones más allá de las del maestro. Entonces si el maestro transgrede el Vinaya el 50% del tiempo, ellos hacen lo mismo el 60%. Si el maestro maldice a alguien, estos discípulos comenzarán inmediatamente a maldecir a los demás. Si el maestro insiste en esto, a diferencia de él, sus discípulos no están permitidos a cometer errores, entonces éstos van a decir, “Yo puedo hacer esto, pero ustedes no.” Ciegos y sin dirección, no comprenden la visión correcta y su carga de mal karma se hará cada vez más pesada. Los problemas morales que ahora oímos entre los estudiantes budistas y sus maestros en los Estados Unidos ya han tenido precedentes.

Estos ya han ocurrido desde los tiempos del Buda Shakyamuni. A lo largo de la vida del Buda, por ejemplo, había un hombre llamado Devadatta cuyas prescripciones para el Vinaya eran aún más estrictas que las del Buda Shakyamuni y que tenía muchos seguidores. Él acusaba al Buda de falta de severidad y disciplina.

¿Cuál de las dos enseñanzas era la correcta? Se trata de una cuestión de la visión correcta. El Buda Shakyamuni nunca prohibió ni promovió las duras prácticas ascéticas de Devadatta. Él sólo dijo que la vida ascética era útil para las mentes atascadas en las obstrucciones pero que no tenía sentido en otras instancias. El punto de vista del Buda Shakyamuni, de este modo, se centró en el camino medio: no se satisface ni en el extremo del ascetismo ni en el del epicureísmo. La visión de Devadatta, sin embargo, cayó en el extremo del rígido ascetismo. Desde la perspectiva de la visión correcta, es preferible el concepto del Buda Shakyamuni.
A lo largo de la historia del Budismo, hubo frecuentes debates acerca de qué es lo más importante: tener la visión correcta o guardar los preceptos. Hay un aforismo en la Secta Chan que instruye al practicante a estimar la visión correcta sobre todo lo demás y estar relajado sobre los preceptos. Si un estudiante lo pusiera en práctica, probablemente rompería muchos preceptos. Esto sería incorrecto. Por el contrario, la actitud sugerida en este aforismo debe adoptarse solamente en relación al maestro: el estudiante debe apreciar las enseñanzas del maestro, pero fingir no ver cualquiera de los errores en la conducta de éste.

Las malas conductas del maestro constituyen síntomas de su propio punto débil o enfermedad. El discípulo no debería desear contraer tal enfermedad. El estudiante debería aspirar sólo a encontrar un maestro cuyas enseñanzas están de acuerdo con el Buddhadharma. Es a partir de entonces el deber del estudiante aplicar las enseñanzas a su vida, y a su vida cuando está a solas. Si lo logra, habrá conseguido mucho.