jueves, 25 de abril de 2011
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Los órganos sensoriales del oído y olfato
Conferencias budistas
Conferencia impartida por el maestro Sheng Yen sobre el Surangama Sutra el 16 de noviembre de 1986.

Voy a seguir hablando acerca de los sentidos y los órganos sensoriales como son tratados en el Sutra. Hoy vamos a hablar del oído y olfato, y fundamentalmente demostrar que, como vimos con el sentido de la vista, no hay fundamento para estos sentidos. No existen de la manera en que creemos que existen.

El Buda nos dice que la audición por sí misma es igual que la Verdadera Talidad. La Verdadera Talidad es inmóvil. No hace distinciones ni contiene aflicciones. Una vez que la mente se mueve, hay aflicción. En realidad, la aflicción no está ni dentro ni fuera. No es nada más que una ilusión. El Sutra llega a esta conclusión a través de un análisis cuidadoso del fenómeno del oído.

Tres elementos deben existir para que tenga lugar la audición: primero, el contraste de quietud y movimiento; segundo, el órgano sensorial la audición (la oreja); y tercero, el espacio a través del cual se transmite el sonido. Cuando hay contacto con la oreja, la audición tiene lugar, pero este oído no tiene existencia verdadera – es efímero y transitorio. Por consiguiente, decimos que es ilusorio.

Normalmente escuchamos sonidos desde fuera, pero los sonidos también podrían surgir desde dentro. Algunas personas lo experimentan como un timbre en las orejas. Aquellos de ustedes que son mayores podrían haber tenido esta experiencia. Es simplemente una respuesta fisiológica del cuerpo sin estar conectado al mundo exterior.

Cuando yo estaba en Japón, fui a visitar a un monje viejo. Después de que habláramos durante media hora, el viejo reverendo dijo: “Mis orejas me dijeron que no hablara más.” Le pregunté a qué se refirió. Él dijo: “Mis oídos suenan cuando ya he dicho suficientemente. Ahora debería callarme y tomar un descanso.” Pero me pregunté por qué yo no escuchaba nada. Aún no había escuchado el timbre en las orejas.

Alguien me mencionó que exponerse por un largo periodo de tiempo a la música fuerte de rock and roll puede producir un efecto similar. Estoy seguro de que esto puede ser verdadero. Los ruidos fuertes pueden dañar el oído.

El sonido no simplemente provoca daño cuando es lo suficientemente alto. El sonido puede crear un efecto perdurable en las emociones. Hay un dicho chino que dice que después de que hayas escuchado un hermoso concierto, continuarás escuchando música encantadora resonando en la sala de concierto mucho tiempo después de que hayan salido los músicos. Literalmente, “el sonido resuena entre los pilares por tres días.”

Tu respuesta al sonido podría estar relacionada con tu propio apego o preferencia a una voz particular o tipo de sonido. A veces podrías simplemente quedar impresionado o conmovido por el sonido de la voz de alguien, más que por el contenido de lo que él o ella dice. Podrías oír la voz por días. Un discípulo monástico mío tiene una voz muy agradable. Algunas personas van al templo sólo para escuchar el sonido de su voz. Cuando lo ven, piensan: ¡Caramba! Él no es para tanto, pero, ¡qué voz fenomenal tiene!

Una impresión profunda y una preocupación por el sonido de la voz de alguien pueden ser fuente de aflicción.

El oído puede producir sensaciones e ilusiones en otras formas. Hay un ejercicio que los taoístas hacen 36 veces por la mañana y 36 veces por la noche. Es llamado “golpear los tambores celestiales.” Pones tus pulgares sobre las solapas de tus orejas y das ligeros golpecitos con tus dedos en la parte superior de tu cabeza. Si golpeas demasiado fuerte, puedes sentirte mareado. Es realizado para despejar la cabeza y calmar la mente. Dado que es realizado con las orejas cubiertas, podría parecer que el repiqueteo produce un gran ruido. Pero si lo pruebas sin cerrar tus orejas, verás que realmente no hay mucho sonido producido. Otro ejercicio taoísta es poner tu dedo meñique en tu oreja (no tu pulgar esta vez) y lo sacudes ligeramente. Esto puede producir un sentimiento de bienestar. Estos últimos ejemplos demuestran cuán diversos estímulos de la oreja pueden producir percepciones o sensaciones ilusorias.

Cuando te sientas en meditación, no en un estado profundo de samadhi, pero sin embargo con pocos pensamientos divagantes, es muy posible que oigas sonidos que no oyes bajo circunstancias normales. Una vez más, estas son percepciones ilusorias del oído.

La mayoría de las personas comprenden que lo que oyen bajo circunstancias como éstas no es real. Pero casi todo el mundo cree que lo que oye bajo circunstancias normales es absolutamente real.

Vamos a volver al Surangama Sutra y el tema fundamental de sonido - ¿esto es real o no? El sentido común dice que el sonido es real, pero el Sutra señala que el sonido no tiene existencia verdadera, y por lo tanto, es ilusorio.

El primer elemento la audición es el contraste entre movimiento y quietud. Es decir, el oído debe estar lo suficientemente calmo para percibir sonidos. Entonces el oído será capaz de captar el movimiento en el aire. Si no hubiera nada, solo quietud, no se podría escuchar nada. Si hubiera solo movimiento, no se podría distinguir el sonido. Por consiguiente, debe haber tanto quietud como movimiento para que tenga lugar la audición.

Durante el almuerzo, Ming Yee se sentó a mi lado, pero se quejó de que no podía escuchar lo que dije. Se encontraba muy frustrado y se preguntó a sí mismo si se estaba volviendo viejo antes de tiempo. Ahora, en la conferencia, Paul, quien está sentado en el otro extremo de la sala, no tiene problema en oír lo que digo. Ahora está silencioso, y no hay muchas distracciones. Durante el almuerzo, había una multitud de voces, cada una interfiriendo con otra. Ming Yee no tenía sus oídos suficientemente calmos o quizás suficientemente agudos para vencer la interferencia. Ahora mismo él no tiene ningún problema en oírme.

El Surangama Sutra expone que la quietud y el movimiento son estados fundamentalmente contradictorios; no pueden coexistir. Cuando hay quietud no puede haber movimiento. Cuando hay movimiento, no puede haber quietud. Entonces, realmente no se podría decir que podemos oír debido a la coexistencia de quietud y movimiento, puesto que son mutuamente contradictorios. Algunos de ustedes podrían objetar esto y decir que aquello que está en un estado de movimiento es de hecho el sonido, y que son los oídos los que están en un estado de quietud. Pero si los oídos estuvieran realmente quietos, no podrían ser afectados por el sonido. Los oídos se mantendrían quietos y la audición no tendría lugar. Entonces tendría que ser que nuestros oídos se muevan con el sonido. Y si el sonido es movimiento y nuestros oídos están en movimiento, entonces lo que nuestros oídos experimentan es una selección caótica de impresiones cambiantes – esto es lo que llamamos audición. Lo que oímos la mayor parte del tiempo cuando pensamos que estamos oyendo es realmente ilusorio.

Sólo un espejo plano y perfecto puede reflejar con claridad. Sólo la superficie del agua tranquila y lisa mostrará una imagen clara de lo que está sobre la superficie. Se deduce que el oído, cuando está en movimiento, transmitiría indefinidamente lo que se oye. Si sostienes que la audición sólo proviene del órgano sensorial del oído, habría que considerar el hecho de que una persona muerta podría tener el tejido de la oreja intacto, pero una persona muerta no puede oír nada. Crees que la audición proviene del espacio, puesto que el sonido que escuchamos se transmite a través del espacio. Pero el espacio es tal porque es vacío. No puede tener ninguna función. ¿Cómo podría almacenar sonido?

Si analizamos los tres elementos necesarios para la audición, el movimiento y la quietud, la oreja, y el espacio, en vista de lo que hemos dicho anteriormente, podemos concluir que el sonido o el fenómeno de la audición no puede encontrarse en ninguno de estos elementos por separado. Ahora, el problema es: ¿podemos decir que el sonido o la audición existen en estos tres cuando estos están unidos?

El sentido común nos dice que la quietud y el movimiento, la oreja, y el espacio deben estar presentes para que tenga lugar la audición. El Sutra no lo niega, pero esta no es la cuestión. La cuestión importante es: ¿de dónde surge la audición? Si decimos que proviene de los tres elementos, no seremos capaces de señalarlo. No podremos encontrar un lugar al que pertenece la audición. Entonces debemos concluir que la audición no existe tal como creemos que existe. En realidad, no hay tal cosa como la audición.

El principio subyacente aquí es que todos los dharmas que surgen de las causas y condiciones no tienen naturaleza propia y son vacíos. No tienen existencia verdadera. El otro día salí a caminar con Guo Yuen Fashih, y vimos una tienda que se llama “Vídeo de Ilusión.” Guo Yuen Fashih pensaba sobre el dueño de la tienda que si estaba iluminado porque comprendió que todas las cosas son ilusiones. Todo lo que aparece en la pantalla de televisión es un producto de las señales electrónicas que se almacenan en una cinta magnética de vídeo. Estas son sólo imágenes, apariencias. No hay substancias detrás de ellas. Incluso los relatos en las que están basadas las películas son ficticios. Lo que los vídeos muestran es una ilusión detrás de otra.

No permitas ser atrapado en el sonido de las cosas. No deberías considerar lo que oyes como algo absolutamente verdadero no importa si es sonido o palabras, bueno o malo, agradable o desagradable. No tengas apego a estos sonidos. De esta manera evitarás las aflicciones.

Hay un relato triste que ilustra el punto hasta el cual el oído puede causar sufrimiento. En Taiwán hay una lotería llamada “Lotería Patriótica.” Hace veinte años, el primer premio era equivalente a 5.000 dólares. Eso era mucho dinero en Taiwán en ese momento. Había un hombre que cogió la costumbre de comprarse un billete cada vez que se jugaba la lotería. Dijo a toda su familia los números qué había elegido y así ellos podrían estar al tanto cuando se eligieran los números ganadores. En una noche particular, el hijo llegó corriendo hasta su padre y le dijo que había ganado la lotería. El padre dijo: “¿De veras?” El hijo dijo: “Lo oí por la radio.” El padre estaba extático, “Me ha tocado la lotería. Me ha tocado la lotería.” De repente, sufrió un colapso y cayó en coma. Había tenido un infarto. Fue al hospital y allí murió. Al día siguiente, la familia revisó el periódico otra vez y descubrió que el padre no había ganado la lotería. No había acertado solo por un número. El hijo había escuchado mal la radio. Un problema con la audición provocó la muerte de su padre. Incluso un sonido muy simple puede conducir a tremendas aflicciones.

Todos nuestros sentidos pueden ser engañosos. Algo podría hacernos felices por un momento, pero es dudable que la felicidad perdure. No hay felicidad duradera y permanente. Al menos, el hombre en este relato murió felizmente. Pensaba que él era un hombre rico. Quizás más tarde comprendió su locura.

De la misma manera que se analizaron los elementos de la audición, el Surangama Sutra analiza los elementos del olfato. Debe existir allí un contraste entre la penetración y la obstrucción, debe existir también el órgano sensorial del olfato (la nariz) y el espacio. De estos tres elementos, sólo el elemento de penetración-obstrucción es diferente del elemento de la audición. Entonces la penetración-obstrucción es equivalente al movimiento-quietud de la audición. Para comprender la idea de la penetración y la obstrucción, imagina que tu nariz no tuviera final y sólo fuera un tubo abierto en ambos extremos. El aire sólo fluiría y no habría manera de oler nada. Por eso, debe haber una obstrucción presente. Si, por otro lado, sólo hubiera obstrucción, y tu nariz fuera un tubo cerrado en ambos extremos, tampoco tendría lugar el olfato. Por supuesto, la penetración y la obstrucción no pueden coexistir simultáneamente. Entonces, al igual que en la audición, el olfato es una selección en constante cambio de elementos que básicamente no tienen sustancia.

Y, al igual que en la audición, son nuestras mentes las que crean realmente lo que olemos. Podrías pensar que un hermoso aroma es agradable o que un mal olor es horrible de aguantar, pero las personas ya están acostumbradas a los olores. Hay un dicho chino que reza: “Si permaneces en un invernadero por mucho tiempo, las flores perderán su fragancia.” Por la misma razón, si trabajas en un mercado de pescados por mucho tiempo, incluso el olor del abulón (conocido por su muy mal olor) dejaría de molestarte. Son las distinciones hechas por nuestras mentes las que conducen a la aflicción.

Lo importante no son nuestros órganos sensoriales sino nuestra actitud, la postura mental hacia lo que encontramos en nuestras vidas. El pasado jueves una mujer vino a verme y me comentó acerca de los apuros por los que había pasado. Me dijo cómo vino a este país y cómo luchaba para ganarse la vida trabajando en restaurantes bajo condiciones extremadamente duras. Ella era explotada por sus empleadores, y vivió así por cinco años. Me dijo que no tenía ni idea de cómo había vivido esos momentos difíciles. Dije: “Simplemente estabas acostumbrada a la dificultad y el tiempo pasaba.” La mujer dijo: “No estoy segura de que yo pueda pasar por eso nuevamente.” Dije: “Si realmente tuvieras que hacerlo, lo harás.” Le dije que los seres humanos son nacidos en este mundo para sufrir. Las personas que sufren y no comprenden que están sufriendo son tontas. Los sabios, cuando sufren, saben que están sufriendo. La mujer pensaba que quizás los ricos no sufren realmente, que viven una buena vida. Y dije: “Eso no es correcto tampoco. Conozco a una dama rica cuyo hijo es adulto y exitoso, pero cada vez que habla conmigo todo lo que hace es quejarse de sus problemas.” Entonces la mujer me preguntó: “Si los ricos tienen tantos problemas, ¿por qué se molestan en hacerse ricos?” Dije: “La pobreza no asegura la felicidad tampoco. La cantidad de dinero que tienes no decide cuántos problemas tienes. Con el Budadharma como tu fundamento, puedes ser feliz tanto si eres pobre como si eres rico. No hay nada malo con ser rico y no hay nada malo con ser pobre. Lo importante es tu enfoque de la vida.”

Alguien una vez me dijo: “Shih-fu, realmente tiene mucha suerte. No tiene hijos. No tiene familia. No tiene que preocuparse por una carrera. Usted es una persona que renuncia al hogar y por lo tanto no tiene aflicciones.” Contesté: “Los hijos, la familia y la carrera no tienen nada que ver con ello. No tengo hijos, pero tengo discípulos a quienes les debo brindar ayuda. No tengo familia, pero tengo templos que dirigir. No tengo carrera, pero trabajo duro para difundir el Dharma, a veces hasta llegar al punto de estar exhausto, sin embargo, no tengo mucha aflicción.” El no tener responsabilidad no puede evitar aflicción. Por otro lado, el tomar responsabilidades no puede crear automáticamente aflicción. Eso depende de tu actitud y tu enfoque de la vida. Si enfocas tus responsabilidades simplemente como cosas para hacer, y no tienes apego a la esperanza del éxito o miedo al fracaso, descubrirás que serán pocas tus aflicciones.