viernes, 29 de marzo de 2011
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Los óranos sensoriales de la lengua y el cuerpo
Conferencias budistas
Conferencia impartida por el maestro Sheng Yen sobre el Surangama Sutra el 23 de noviembre de 1986.

Ananda continúa preguntando al Buda sobre los órganos sensoriales. En el pasaje de hoy él pregunta acerca de las funciones de la lengua y del cuerpo. El Buda continúa con la misma dialéctica que ha empleado en todos los sentidos. Esto consiste en buscar y luego refutar el origen y la existencia de cada sentido. En el caso del gusto, primero emplea el ejemplo de un hombre que lame sus labios. De acuerdo a su estado de salud o enfermedad, experimentará un sabor dulce o amargo. El Buda señala que estos sabores no son más que ilusiones. No tienen origen; no pueden ser rastreados en el sabor de las cosas, ni en la lengua, ni en el vacío. La entrada del sabor a través de la lengua es entonces irreal. No es ocasional, ni condicional, ni existente por sí mismo.

El Buda señala que aunque no haya realidad en el sentido del gusto, este sentido es sin embargo idéntico a la Verdadera Talidad (auténdica naturaleza) del Buda, que es inmóvil, permanente y vacía. Todos los fenómenos están involucrados en la vacuidad. La característica del gusto es también la vacuidad, en el sentido que cuando saboreamos algo, lo que pensamos que saboreamos es una ilusión.

¿Qué tal el almuerzo de hoy? A algunos de ustedes parecen gustar los platos con cacahuetes; algunos los platos con panqueques y patatas; a algunos de ustedes les gustan todos los platos. Pero, ¿todavía saboreas la comida no?

Si el sabor ya no está contigo, ¿cómo sabes que te gusta ese sabor? ¿Sheila? Ella dice que le gusta en todo momento.

El sabor que sentimos, lo sentimos en un momento dado. Algunas personas prefieren lo dulce, algunos lo ácido, algunos lo salado, algunos lo caliente y picante. ¿Es un sabor mejor o más correcto que otro? Las personas diferentes experimentan sabores diferentes. Incluso la misma persona puede percibir sabor diferente en la misma comida en momentos diferentes. Cuando te levantas por la mañana, antes de que te laves los dientes, ¿la comida sabe tan buena? Si estás teniendo fiebre alta, ¿te parecerá la comida particularmente apetitosa? Con problemas en el estómago o manchas blancas en la lengua, ¿Encontrarás algo apetitoso?

Las condiciones diferentes cambian la forma en que se saborea la comida. El gusto es subjetivo. Esto quiere decir que puedes ejercer influencia sobre la forma en que se saborea algo. Incluso la misma comida puede saborear diferente para ti en momentos diferentes.

Imagina comer la comida que alimenta a las gallinas, los patos, el ganado, los cerdos o los perros. Probablemente te parecerá repugnante. No es apta para nosotros. Hay un relato, no obstante, de algunos taiwaneses durante la Segunda Guerra Mundial quienes fueron reclutados por el ejército japonés para realizar trabajo duro. Los japoneses, por supuesto, comieron muy bien; la comida de los obreros taiwaneses era muy mala. Un obrero en particular trabajaba para un general muy bien alimentado. Incluso el caballo del general estaba muy bien alimentado. Cuando ese taiwanés tenía hambre, comía el forraje del caballo. El caballo comía mejor que él. Aquí hay otro ejemplo de cómo el deseo por la comida puede cambiar con las circunstancias. Bajo las condiciones normales, nadie querría comer el alimento para el caballo.

Todavía me acuerdo del fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando China sufría de una escasez de comida. Un día un gran suministro de mercancías enlatadas llegó al mercado. Las personas revoloteaban para adquirir la comida sabrosa y a precio módico. Por supuesto, pocos de ellos podían leer inglés. Sólo más tarde descubrieron que estaban comiendo la comida de perros del ejército estadounidense.

Tomemos otra perspectiva. ¿No te parece que para las deidades en el cielo lo que comemos equivale al forraje del caballo? ¿No te parece que lo consideraran inaceptable?

Antes de cada comida en el templo, se hace un ofrecimiento al Buda, al Dharma y a la Sangha. Es una comida celestial, pero es también la comida que comemos nosotros mismos. ¿No podríamos hacer algo mejor de que ofrecer forraje a las deidades celestiales que probablemente para ellas no sea mejor que la comida de perros? Avy dice que lo que ofrecemos es lo suficientemente bueno para las deidades, aunque para las deidades podría ser poco mejor que comida para cerdos. Lo que dijo ella es parcialmente correcto. Pero hay más que eso. Para los grandes practicantes no hay nada que sea incomible o de mal gusto.

No hace mucho había un famoso maestro budista chino que se llamaba Hung-i quien era conocido por su estricta adherencia a los preceptos y su práctica de samadhi. Vivió durante un tiempo y en un lugar en donde se carecía de las cosas materiales. La calidad de la comida era particularmente pobre. Las personas normalmente le ofrecían sólo arroz, nabos secos, o alguna sopa salada y acuosa. En ocasiones especiales se le ofrecieron unos trozos de tofu. Pero sin importar qué se le ofrecía al maestro, él parecía bastante contento, y disfrutaba completamente de su comida. Sus discípulos le preguntaron en voz alta: “Maestro, sabemos que esta comida es bastante horrible. ¿Cómo la encuentra tan deliciosa?” El maestro no escuchaba nada de eso. “No, esta comida es muy maravillosa,” él podría decir. “La comida para los dioses no podría ser mejor.”

Tuve una experiencia similar cuando practicaba a solas en las montañas. Mi dieta constaba solamente de las hojas de patatas salvajes, salvo algunas veces que los monjes de un templo cercano me ofrecían unos trozos de tofu. De alguna manera estaba bastante contento. Incluso ahora pienso a cerca de las hojas de patatas salvajes como una de las mejores comidas que he probado.

Los grandes practicantes, los Bodhisattvas o Budas, no consideran comparación entre la comida que comemos y la comida de perros. No reaccionan de la misma manera como nosotros cuando vemos los animales comiendo su alimento. Los grandes practicantes no hacen tales distinciones. Los seres celestiales, por el otro lado, pueden tener sensaciones de asco. ¿Cómo piensas que reaccionaríamos ante la comida que come los seres celestiales?

Las personas que practican de manera particularmente buena y están en una buena condición mental y física podrían encontrar la comida que comen mucho más sabrosa que lo normal. En un retiro en Bodhi House uno de los participantes tenía unas buenas sentadas de meditación y después comentó que la comida en el retiro era la mejor que había probado. Eso no es otra cosa que un ofrecimiento de los seres celestiales.

La cuestión radica en que: ¿esta experiencia es real o no? Puesto que el sentido del gusto cambia de acuerdo a las condiciones físicas, mentales o psíquicas, entonces no es real. Sólo aquello que es permanente e inmóvil es real en el Chan. El gusto de algo sólo podría ser real si nunca cambiara para ti. Incluso cuando nos sentamos y practicamos bien, el sentido del gusto que alcanzamos es ilusorio. Hay quienes sólo piensan en el gusto de buena comida cuando se sientan. Esto es un apego. Si no tienes cuidado y sigues pensando obsesivamente en la comida, podrías renacer en el reino de los fantasmas hambrientos.

Volvamos al texto. El Sutra distingue entre diferentes sabores: lo amargo, lo dulce, lo ácido, etc. Estos sabores son determinados por el movimiento y la quietud del cuerpo. Si estás enfermo o cansado, podrías sentir un gusto amargo en tu boca. Cuando estás en movimiento y sano, estás más apto para experimentar la dulzura. Cuando estás muy tranquilo, podrías no experimentar ningún sabor en absoluto. El Sutra declara que ambos estados de movimiento y quietud componen uno de los tres elementos del sentido del gusto. Los otros dos elementos son el órgano sensorial de la lengua y el vacío.

Nuevamente, aquí el Sutra emplea la misma dialéctica que para los demás sentidos. Si analizamos por separado estos tres elementos, vemos que ninguno de ellos provoca independientemente el sentido del gusto. La mayoría de nosotros diría, no obstante, que el gusto proviene de la combinación de estos elementos. Pero esto no es realmente verdadero.

Permítame hacerte una pregunta. Considera la lengua con su sentido del gusto y la oreja con su sentido del oído. ¿Qué causa más apego? ¿Qué ocasiona más pensamientos de preferencias y aversiones, felicidad y desdicha, y de este modo más aflicción? ¿Qué causa más disturbios mentales?

Los problemas causados por la lengua no son nada en comparación con los problemas provocados por el oído. Un sonido al azar, un sonido perturbador, el sonido de riña o de crítica – todo ocasiona la aflicción. ¿Y qué sobre los sonidos agradables? ¿La alabanza, por ejemplo? Estos no son diferentes de los sonidos desagradables. Todo ocasiona aflicciones.

El deseo que aparece en los seres sensibles proviene directamente de los sentidos. Los seres sensibles persiguen forma, vista, sonido, gusto, tacto, y olfato. Buscan satisfacción y nunca están satisfechos. La mayoría de los seres sensibles son como alguien que está tratando de lamer la miel en el extremo afilado de un cuchillo. Una persona hábil le dará una vuelta al cuchillo y lamerá desde el extremo no afilado. Una persona codiciosa se cortará su lengua. Entonces si nunca estás satisfecho, llegará el momento en el que te dañas a ti mismo.

Los cinco sentidos deben tratarse de esta manera: ver los fenómenos como irreales, pero actuar como si fueran reales. Debes lamer la miel – debes sustentarte – si no morirás de hambre. Pero siempre estate contento y no formes apegos. Ver el mundo como irreal y evitar apegos, y sin embargo actuar como si todo fuera real y cumplir con todas las responsabilidades – así se alcanzará un equilibrio que es seguro y libre de aflicciones.

Es bastante común para las parejas pelearse. Si tu pareja te acusa de varias cosas extravagantes y actúa irracionalmente, tú todavía puedes ser racional y razonable. Si la otra persona actúa irracionalmente eso es asunto suyo. Tú deberías ser lucido y justo, sin importar el comportamiento de la otra persona. Todas las parejas se pelean a veces, sino no, no serían parejas. ¿Quién sabe? Quizás incluso los seres celestiales se pelean el uno con el otro.


El siguiente pasaje del Sutra habla del sentido del tacto. El órgano sensorial del tacto es el cuerpo mismo. El tacto implica sensaciones de calor, frío, lo áspero, lo suave, lo blando y lo duro. El Sutra aplica la misma dialéctica que hemos visto antes en el caso del sentido del tacto. Los elementos que componen el tacto son separación y contacto, sensaciones de agrado y desagrado, el cuerpo, y el vacío. Debes tener separación seguida por contacto, o viceversa, de tener un sentido de tocar algo. En segundo lugar, lo que has tocado te parecerá agradable o desagradable. ¿Cómo figura el vacío? Si haces un análisis de cada uno de los elementos del contacto y la separación o del agrado y desagrado, verás que en ninguna parte encuentras el sentido del tacto en sí mismo. Podrías pensar que el tacto puede ser rastreado desde el vacío, pero esto no podría ser así, ¿cómo puedes tocar el vacío? Al final, el mismo cuerpo es un elemento en el sentido del tacto, pero el cuerpo, sin objeto para tocar, no puede producir solo este sentido. Siguiendo el hilo de este argumento, verás que todas las sensaciones – calor, frío, lo suave, lo áspero, lo duro y lo blando – son ilusorias. No tienen realidad permanente. Entonces el Sutra nos dice que realmente no hay tales cosas como el sentido del tacto. Este sentido existe en el mundo del sentido común, pero no tiene existencia intrínseca y permanente.

Durante el último año en Taiwán, he estado hablando sobre el Sutra del Diamante. Hay una mujer particular que viene de muy lejos al templo todos los domingos sólo para escuchar mi conferencia. Viaja por más de una hora y media de ida y de vuelta. Su esposo no ha estado contento por su asistencia regular al templo. Preguntó a ella: ¿Qué hay de maravilloso en ese lugar? ¿Realmente vale la pena hacer ese viaje? ¿Por qué deseas escuchar hablar a un monje? Un día volvió a casa y su marido le gritó. La esposa no lo prestó atención. Le dijo: “Al escuchar el Sutra del Diamante, comprendo que el oído es irreal, y así también tu voz. Es una voz irreal que golpea un oído irreal.” El marido se quedó desconcertado. Pero el domingo siguiente le ocurrió lo mismo. La esposa dijo: “Podría ocurrir que me gritarás cada vez que vuelva del templo, pero eso no me molestará. Si me molestara, entonces se desperdiciarán todos mis viajes para escuchar el Sutra.” El marido objetó: “Si todo es irreal, si todo no es más que una ilusión, entonces la relación entre esposo y esposa también es una ilusión.” La esposa contestó: “Por supuesto que no es real.” El marido dijo: “En ese caso, debemos separarnos.” Pero su esposa replicó: “Tenemos hijos y hemos estado juntos por mucho tiempo. Deberíamos seguir adelante. La relación podría ser irreal, pero tenemos papeles para desempeñar como si estuviéramos en un escenario, y son importantes. Deberíamos actuar en esta obra como si fuera real.” El marido estaba impresionado. Efectivamente, su esposa parecía haber cambiado. No me daría mucha sorpresa ver al esposo en la conferencia de los domingos cuando vuelva a Taiwán.

¿Y entonces qué harías si tu cónyuge te da momentos difíciles? ¿Si él o ella es particularmente desagradable o peleador? Es una buena oportunidad para meditar en el Surangama Sutra. Ofreciéndote esta ocasión para practicar y meditar en el Sutra, tu cónyuge está siguiendo el camino del Bodhisattva en la forma de poner obstáculos en tu camino.

Es bastante difícil mantener este tipo de no-apego. Ciertamente más difícil que de mantener ecuanimidad ante el sabor de lo que comes. No es fácil superar el órgano sensorial del cuerpo. Cuando estás sano, no pones atención a tu cuerpo, pero incluso un dolor leve en tu mano, por ejemplo, te hará sentir muy incómodo. O si te sientas en meditación, y te digo que no te muevas por una hora o varias horas, ¿qué te podrá suceder? Desarrollarás un montón de resentimientos hacia tu cuerpo. Descubrirás que no tienes control sobre ello. No sólo sientes lo duro y lo blando, lo suave y lo áspero, calor y frío; sentirás sufrimiento, adormecimiento, picor, y dolor. Ninguno de ellos es fácil de soportar.

Podrías pensar que el picor es más fácil de soportar que el dolor. Por lo general, eso es verdad. Pero si te pican los ojos, te pica la nariz, y te pican las orejas, no es tan fácil de decir: “Picor, no podrás molestarme. Voy a sentarme aquí.”

Por supuesto hay diferentes niveles del dolor y diferentes niveles del picor. El dolor, después de un rato, empieza a sentirse como aliviado. Un picor terrible, sin embargo, nunca producirá un sentimiento de alegría.

Cuando nos sentamos en meditación, no deberíamos poner atención a las sensaciones corporales, sin importar si sentimos sufrimiento, picor, adormecimiento, o dolor. Si puedes contemplar efectivamente la sensación como una ilusión – el cuerpo como una ilusión, o si puedes practicar la contemplación de la vacuidad y ver que tu cuerpo no te pertenece a ti, entonces las sensaciones en el cuerpo desaparecerán.

Cómo te veas afectado por el sentido del tacto depende del ambiente y de tu estado mental. Alguien cuyo estado mental está en calma y estable sentirá todo en su ambiente, no será sacudido de un estado mental caótico a otro. Tal persona puede sentir lo que es suave y áspero, calor y frío, duro y blando, no será vulnerable a cambios repentinos del estado de ánimo debido a estas sensaciones.

Especialmente las personas jóvenes son muy reactivas a los extremos en la temperatura. Se estremecen con el frío y se marchitan con el calor. Pero las personas con mejor cultivación mental pueden mantener sus mentes frescas o tibias para compensar con el ambiente. Su experiencia será mucho más diferente de la de alguien que carece de dicho control mental.

Hace alrededor de veinte años, varios monjes se encontraron con el maestro reverendo Jen Chun, quien ahora está viviendo en Nueva Jersey. En ese momento estaban en Taiwán y visitaron varios templos. En el primer día tuvieron que viajar por una distancia muy larga y hacía un calor extremo. Los demás monjes se quejaron diciendo que había elegido un mal día para viajar. “Tonterías,” dijo el maestro reverendo Jen Chun, “nosotros los monjes pasamos la mayoría de nuestro tiempo adentro. Es una buena oportunidad para tomar un baño de sol”. Por la tarde empezaron la siguiente etapa de su viaje, y en lugar del sol que caía a plomo, la lluvia cayó a cántaros y ellos se les empaparon completamente. De nuevo los monjes se quejaron de que habían elegido un día no muy auspicioso para viajar. “Debemos tener un karma muy malo,” dijeron. Pero el maestro reverendo Jen Chun los reprendió, ¿No habéis leído el Sutra del Loto? Nos dice que el Buda da la preciosa lluvia a todos los seres sensibles. De este modo nuestra situación es realmente auspiciosa: el corazón angustioso está calmado por esta lluvia. Para vosotros el decir que esto es un karma malo muestra que no sabéis lo que estáis diciendo. El maestro reverendo añadió que en India en una intensa lluvia, los monjes a menudo se quitan sus togas para enfriar y lavar sus cuerpos. Dijo, “Estos días estamos tan avergonzados para quitarnos la ropa y lavarnos en la lluvia.”

Por consiguiente el Sutra declara que nuestras sensaciones corporales – lo que vemos, oímos, probamos, tocamos y olemos – son determinadas por nuestro estado mental. Si puedes controlarlo, podrás controlar tu aflicción.