sábado, 20 de abril de 2011
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Entre maestro y discípulo
Conferencias budistas
Conferencia pronunciada por el maestro Sheng Yen el domingo 4 de noviembre de 1984.

Un practicante no debería sentirse orgulloso si un maestro tiene muy buena opinión de él, espera aceptarlo, y muestra afecto por el. Al contrario, si el discípulo es expulsado por el maestro, tampoco debería sentir odio. De manera similar, el mismo maestro no debería sentirse orgulloso, incluso si está rodeado de muchos discípulos. Ni debería sentirse deprimido si se van todos sus discípulos; se van simplemente debido a muchos factores, causas y condiciones.

Sin embargo, no es nada fácil mantener esta actitud de ecuanimidad. Una persona común encontrará difícil ser imparcial cuando evalúa sus propios puntos fuertes y es reacio a reconocer sus puntos débiles, o en cambio podría menospreciar sus auténticos puntos buenos. Aunque podrían parecer diferentes, el despreciarse a sí mismo y el orgullo son realmente la misma cosa.

El despreciarse a sí mismo normalmente proviene de un sentimiento de inseguridad o inutilidad. Este sentimiento de inseguridad puede producir un efecto negativo si te lleva a concluir: “¿Qué puede alcanzar una persona como yo? No puedo hacer nada.” Pero la inseguridad también puede ser positiva. Podría ayudarte a esforzarte hacia tus objetivos, alcanzar riquezas o fama, y ganarse el respeto de los demás. Entonces podrías pensar, “Lo que he hecho no es fácil de realizar. Los demás no son tan buenos como yo porque no pueden estar a la altura de mi realización.” Esto es un sentimiento de orgullo. Aquí tenemos un ejemplo: El jefe de una compañía dio una conferencia a sus empleados. Les dijo a ellos: “¿Queréis un aumento de sueldo? Pensad en esto: no podríais tener trabajo sin mí. Dependéis de mi inteligencia y mi esfuerzo. Cuando alcancéis mi nivel, entonces podréis venir a negociar conmigo.” Este jefe es muy orgulloso.

Los maestros espirituales también pueden parecer orgullosos. Un maestro podría decir, “He practicado por muchos, muchos años, y he seguido y visitado a muchos maestros destacados y reconocidos en mi vida. Ahora he alcanzado mi última realización. Pero vosotros, mis discípulos, todavía no habéis alcanzado ese estado. Estáis muy lejos de mi nivel de realización. Todavía os queda un largo camino por recorrer antes de que alcancéis lo que tengo.” La actitud de este maestro muestra orgullo, ¿no es así?

Un maestro Chan puede comportarse como un dictador. Pero la simple actitud no es prueba suficiente de que el maestro sea orgulloso o no. La cuestión clave es si el maestro se siente orgulloso de sí mismo. Una vez fui en coche con dos de mis discípulos, eran una pareja. El marido estaba en el asiento del conductor, su esposa estaba sentada al lado de él. Ellos me preguntaron: “¿Ha tenido algún problema últimamente?” Respondí: “En lo que a mi respecta, no tengo problemas.” El marido no contestó, pero su esposa dijo: “Shih-fu, tan pronto como le vi, supe que usted es muy orgulloso. Como dice el refrán, ‘A menos que hayas estado experimentándolo, no puedes comprender nunca lo que es el problema.’ De esta manera, ¿cómo puede evitar los problemas?” Obviamente, ella creía que tengo una actitud orgullosa.

Ahora debería explicar mi actitud. Si he decidido hacer algo, entonces los obstáculos que encuentro cuando llevo a cabo la tarea no suponen problemas para mí. Si algo es irrealizable, no desperdicio mi tiempo en intentar hacerlo. Por consiguiente, nada constituye un problema para mí. ¿Se puede considerar orgullosa mi actitud? Si algo puede ser realizado, no importa qué obstáculos podría presentar, no hay dificultad en hacerlo. Pero si algo es imposible para mí, dar a luz a un hijo, por ejemplo, entonces yo no sería capaz de hacerlo, y no tendría problema con ello. Entonces, para ver si alguien tiene orgullo o sentimiento de inseguridad, debes observar con atención su motivación en lugar de su acción.

Suponiendo que los que vinieron al Centro Ch'an son tantos como los que van a los Centros Hare Krishna y TM. Yo podría decir: “Antes, no podía competir con estos grupos, pero ahora estoy poniéndome al nivel de ellos.” Esto es orgullo, porque estoy compitiendo con los demás y comparándome con ellos. Realmente no deberíamos compararnos con los demás, simplemente no es necesario. Si te comparas con otro, normalmente encontrarás que él es más bajo o más alto que tú. Incluso si por casualidad él tiene la misma altura que tú, todavía lo miras para ver si él es más delgado o gordo que tú.

Una vez vi a una chica caminando por la calle. Mientras caminaba, miró a otra chica en el otro lado de la calle. Miró la ropa bonita de la otra chica, luego miró su propio vestido. Se fijó en cómo andaba la chica, y luego se miró a sí misma andando. Quizás ella estaba impresionada por la otra chica, así que comparó la ropa bonita y la elegante manera de andar de la chica con su propia ropa y manera de andar. Si te comparas, o perderás la confianza en ti mismo o te sentirás orgulloso. En este caso la chica perdió la confianza, pero si su ropa y su manera de andar hubiesen sido superiores a las de la otra chica, al contrario, se habría sentido orgullosa.

En la historia china, durante el Período de Primavera y Otoño, en un reino llamado Yueh, se eligió a la mujer más hermosa en toda la tierra. Esta mujer fue Hsi Ssu (Xi Shi), cuyo renombre es equivalente al de Helena de Troya en el Occidente. Como Hsi Ssu (Xi Shi) padecía dolores del corazón desde pequeña, cada vez que le dolía el corazón se encogía recogiendo las manos contra el pecho y fruncía el entrecejo. No obstante, todos pensaban que este aspecto de Hsi Ssu (Xi Shi) la hacía todavía más hermosa que cuando no sufría dolores. Por el contrario, Dong Shi, otra mujer que vivía en el reino de Yueh, tenía un aspecto muy feo. Le gustaba mucho la acción de Hsi Ssu (Xi Shi) de fruncir el entrecejo y encogerse con las manos contra el pecho, así que un día empezó a imitarla. Pero su imitación desgraciada nunca produjo los resultados que deseaba: cuanto más imitaba a Hsi Ssu (Xi Shi), más fea quedaba Dong Shi. Este es el origen del famoso proverbio chino de “Dong Shi Xiao Pin” (Dong Shi imita el entrecejo de Xi Shi, pero queda más fea).

Por lo tanto, aprende a no compararte a ti mismo con los demás. Casi todo el mundo en un momento u otro ha dicho: “Realmente no estoy bueno.” Pero cuando dices esto, realmente esperas que los demás te elogien. Debido a la falta de confianza, podrías pensar que los que están a tu alrededor son antipáticos y mereces su antipatía. Pero suponiendo que alguien te dijo: “¡De todas maneras eres realmente una buena persona!” ¿Cómo te sentirías? Podrías cambiar de estado de ánimo pensando: “Al fin y al cabo, sí que tengo algunas buenas cualidades.” No hay una persona común que no disfrute de alabanza, que no busque la aprobación de los demás, incluso les pasa lo mismo a los animales. Tienes un perro. Se pondrá muy contento si lo ensalzas: “¡Eres un buen chico!” Pero si le haces un reproche a él: “¡Eres un perro perezoso, codicioso y sucio!” Podrías estropearle el día.

En las personas comunes el orgullo y el desprecio de sí mismo son de esperar. Son los extremos que son peligrosos. Si te sientes completamente inútil, como una pieza de basura, entonces esa falta de confianza en ti ya es muy grave. Y si estás hinchado de orgullo hasta el punto de que te sientes omnisciente y omnipotente, entonces podrías convertirte en otro Hitler, Stalin o Mao Tse-Tung.

Un maestro Ch'an, por el otro lado, es más posible que muestre orgullo que inseguridad, puesto que nadie se convertiría en un maestro si estaba inseguro. Alguien que se siente inferior a los demás diría: “No soy lo suficientemente bueno para ser tu maestro. ¿Cómo puedo ser un maestro y enseñar a los demás?” Tal persona no tiene confianza en sí mismo.

El respeto a sí mismo, sin embargo, es un sentimiento normal que uno genera durante la práctica. Efectivamente, deberías experimentarlo. El respeto a sí mismo es un signo de que tu fe se está volviendo más fuerte. Como un resultado de práctica, gradualmente vienes a ver las cosas que podrían ignorar los demás, y a partir de este reconocimiento generas la compasión hacia los demás. Un practicante piensa que todas las personas son lastimosas, y como consecuencia de su compasión espera salvar a todos ellos.

El deber del maestro es enseñar a sus seguidores a practicar de modo que podrían salir de su estado de ignorancia. Pero cuantos más personas le piden ayuda a él, más pesado se siente el peso de su responsabilidad, y más grande es su misión.

Dejadme haceros una pregunta. Suponiendo que un discípulo dice lo siguiente: “He seguido a muchos maestros, pero eso es lo mismo que no haber seguido a ningún maestro. Es imposible que me enseñen algo estos maestros porque todo lo que he aprendido me lo enseño a mí mismo. De hecho, a mí me deben gratitud – puesto que fui su discípulo les hice que se convirtieran en maestros. Entonces ellos son quienes deberían agradecerme.” ¿Es adecuada esta actitud? O un discípulo podría decir: “Sólo quiero permanecer en el océano del samsara. Estoy satisfecho con donde estoy. Usted, el maestro, hace todo lo que usted pueda para llevarme de una orilla a la otra, eso no es lo que quiero. Eso no tiene nada que ver conmigo. ¿Por qué yo debería agradecerle?” Como anteriormente, ¿es correcta esta actitud?

El maestro no necesita el agradecimiento del discípulo, sino que el mismo discípulo debería sentirse agradecido por el maestro. Como un maestro que orienta la práctica budista, si él genera un sentido de orgullo por el agradecimiento o por las postraciones que hace su discípulo ante él, entonces tiene un obstáculo kármico aún más pesado. Por consiguiente, el maestro dice a su discípulo que tenga un corazón agradecido es por el bien del discípulo. Cuanto más agradecido sea el discípulo, más resultados positivos alcanzará en la práctica.