viernes, 29 de marzo de 2011
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Razón y Emoción, por el Maestro Chan Sheng Yen
La esencia del Chan
Razón y Emoción, por el Maestro Chan Sheng Yen

Este artículo es un extracto del libro del Maestro Sheng Yen La Puerta del Chan, publicado en 1995 con el título de “禪門” (Chan men, en chino). Forma parte de una selección de libros traducidos del chino al inglés para su posterior publicación. La traducción al inglés estuvo a cargo de Chiacheng Chang, bajo los auspicios del Centro Cultural de la Montaña Tambor del Dharma de Taiwán; la edición corrió a cargo de Ernest Heau. La conferencia fue impartida en el Centro de Taiwán en Nueva York el 13 de noviembre de 1992.

Antes de que empezar, permítanme que les haga unas preguntas: ¿se consideran ustedes a sí mismos personas emocionales, racionales o algo intermedio entre lo emocional y lo racional? Tanto si creen ustedes que son emocionales como que son racionales, tienen razón. Pero, estrictamente hablando, la racionalidad en su sentido último no existe realmente. Examinemos ahora qué significa “seres sintientes” en términos budistas. “Sintiente” indica que uno tiene emociones y sentimientos y, por lo tanto, se dice que los seres sintientes son personas emocionales, egocéntricas y apegadas a su ego. Cuando una persona es siempre egocéntrica y apegada, ¿es objetiva o subjetiva? (Público: “Subjetiva.”) Y, si es subjetiva, ¿puede ser racional todo el tiempo? (Público: “No.”) De este modo, las personas no pueden ser puramente racionales en todo momento, y podemos decir que la mayoría de las personas son emocionales. Sin embargo, hay diferencias entre las emociones: algunas personas pueden ser muy emocionales y egocéntricas, mientras que otras, que son menos emocionales, pueden ser muy generosas.

El verdadero amor está libre de subjetividad

En términos generales, la bondad es un sentimiento de amor que uno tiene hacia todos los demás. El problema es que, para muchas personas, el amor consiste en buscar algo, perseguir un fin y poseer aquello que desean y ansían. Es como la fábula en que el lobo le dice al conejo: “Te quiero tanto que deseo comerte.” El amor de la mayoría de las personas es posesión, en vez de ser entrega. Pero el amor más verdadero es incondicional, no es egocéntrico ni subjetivo; este es el auténtico significado del amor emocional. En el budismo, el amor es un sentimiento de compasión. Ser emocional es tratar nuestros propios asuntos o los de los demás con sentimientos. Muchas personas se enfadan fácilmente; luego lo lamentan y no entienden por qué se enfadaron. Pero, no obstante, siguen sin poder controlarse cuando se enfadan. ¿Estamos ante un comportamiento racional o emocional? (Público: “Emocional.”) Y, si es emocional, ¿es el momento del arrepentimiento en sí mismo emocional o racional? El momento del arrepentimiento puede ser racional, pero es una lástima que el propio arrepentimiento a menudo sea incorrecto.

En términos generales, se puede decir que tratar los asuntos de manera lógica o razonable es un comportamiento racional. Pero esto no siempre es así, ya que cada individuo tiene sus propias razones. Por ejemplo, en la elección a presidente de los Estados Unidos entre George H. W. Bush y Bill Clinton, ¿cuál de los dos tenía un razonamiento correcto y cuál era erróneo? Al final resultó que la mayoría de la gente prestó su apoyo a los ideales políticos de Bill Clinton, de modo que, si nos guiamos por este criterio, su razonamiento sería más correcto. Pero la cuestión es que tanto el razonamiento de la mayoría como el de la minoría, el de los ricos y el de los pobres, el de los poderosos y el de los desposeídos son, todos ellos problemáticos. Por lo tanto, ¿quién tiene un razonamiento verdaderamente razonable? De esto deducimos que la razón también plantea una serie de problemas. El razonamiento de los seres sintientes tiene una inclinación egoísta, ya que tienen tendencia a alinear sus intereses en beneficio de sí mismos; señalan con el dedo a los demás y descargan sus responsabilidades en los demás. Como dice un proverbio chino, “el cielo y la tierra destruyen a aquellos que no cuidan de sus propios intereses”. Desde el punto de vista budista, todas las personas viven una vida egoísta. Por lo tanto, ¿de dónde procede la razón?

Todos los seres sintientes son egoístas

Los seres humanos son seres sintientes y, por lo tanto, son emocionales por naturaleza, aunque puede haber distintos grados de emociones. Algunas personas son egoístas por su propio interés, otras por el bien de su familia y otras por el bien de su carrera o de su grupo social. Así pues, el egoísmo puede aplicarse a un ámbito amplio o restringido. Por ejemplo, los movimientos ecológicos, que tienen ahora tanto predicamento, tienen por fin proteger todo el planeta y su medio ambiente para los seres humanos. Por lo general, todo esto se hace en interés público; por lo tanto, tenemos aquí un tipo de egoísmo que persigue lo mejor en interés de toda la humanidad.

El otro día vino un periodista al Centro de Meditación Chan para hacerme una entrevista y hablamos de qué tipo de gratitud deberíamos mostrar los humanos al acercarse el Día de Acción de Gracias. La forma en que los estadounidenses celebran el Día de Acción de Gracias es muy interesante. Cuando los primeros colonos tenían poco que comer en invierno a causa del intenso frío, Dios fue tan misericordioso que les proporcionó los pavos como alimento. A partir de entonces, en todas las familias se come un pavo el Día de Acción de Gracias. ¿Cómo se puede considerar esto como una auténtica muestra de gratitud? Aunque una costumbre, en su origen, pueda estar bien intencionada y no entrañar egoísmo alguno, a lo largo del tiempo puede llegar a convertirse en una mala costumbre marcada por el egoísmo. Si no seguimos las enseñanzas del Budadharma y no tenemos ni idea de lo que significa “egoísmo”, ni siquiera podremos llegar a entender que no está bien ser egoísta. Si todo el mundo es egoísta, ¿quién acaba por resultar beneficiado al final? Por ejemplo, en Atlantic City, en el estado de Nueva Jersey, hay casinos. Los turistas gastan dinero probando su suerte con la esperanza de ganar más dinero, mientras que los jugadores profesionales esperan ganarse la vida ganando en el juego. Cuando todo el mundo quiere ganar, ¿quién se supone que pierde?

Razonar consiste en tener a las personas en consideración

Razonar significa tener a los demás en consideración, pensar objetivamente y considerar más a menudo los intereses públicos. Esto también se puede aplicar a la relación entre marido y esposa o entre amigos. Cuando el marido solo considera sus propios intereses o la esposa solo tiene en cuenta su propio punto de vista, nos encontramos ante una situación no razonable por ambas partes. En cambio, si se tienen en consideración el uno al otro, lo que equivale a razonar con sensibilidad emocional, pueden llegar a ser una pareja ideal. Las emociones no son todas buenas ni todas malas. Las emociones egocéntricas son dañinas para nosotros y para los demás, mientras las emociones del cariño y la indulgencia son beneficiosas tanto para nosotros como para los demás.

Hay quien me ha llegado a decir: “La gente de negocios no puede creer en el budismo.” Cuando les pregunté por qué, dijeron: “Si crees en el budismo, no puedes seguir mintiendo. Si un comerciante no miente nunca, su negocio no irá bien y nunca conseguirá ganar dinero.” Por ejemplo, en China continental se solían ver a la entrada de las tiendas letreros diciendo “No se engaña ni a joven ni a viejo” o “Auténticas gangas en productos de valor”. Ahora en Taiwán, a la entrada de las tiendas, puedes ver a menudo rótulos que dicen “Rebajas por debajo del precio coste” o “Rebajas: compre una y llévese otra gratis”. Estos carteles, ¿dicen siempre la verdad?

¿Es realmente necesario que los comerciantes mientan? A veces puede ocurrir que una pequeña mentira no solo resulte beneficiosa para uno mismo, sino también para los demás. Pongamos, por ejemplo, que un producto cuesta originariamente diez dólares y el vendedor le dice al cliente: “Este producto me cuesta doce dólares pero, como eres un buen cliente, te lo dejo al precio de coste.” El comprador podría pensar: “¡Qué amable por parte de mi amigo dejármelo al precio de coste!”, y, de esta manera, decidir comprar el producto alegremente. Con mentiras como ésta se puede lograr que la gente compre cosas que, inicialmente, no tenía intención de comprar, con lo que el tendero puede obtener beneficios. Pero este tipo de mentira solo se puede hacer con operaciones de baja cuantía, no funcionará con los grandes negocios. En negocios de mayor envergadura, basta con una única mentira o un solo cheque sin fondos para arruinar una reputación. Los que venden melones afirmarán que sus melones son los más dulces, pero a menos que los hayan probado ellos mismos, no lo pueden saber realmente con seguridad. ¿Es correcto o no mentir en los negocios? Desde el punto de vista budista, no está bien mentir.

Recientemente oí hablar de un practicante laico, que en aquel momento presidía la Sociedad de Jóvenes Budistas de Nueva York, que había dicho a sus amigos que, en los negocios, se dejaba guiar por los principios del budismo. Dijo que, al hacer negocios con la debida actitud budista, había conseguido granjearse la confianza de la gente y disfrutar de buen crédito. Naturalmente, eso contribuía a generar más oportunidades de negocio para él. En la actualidad, desea compartir su experiencia y exhorta a la gente de negocios a creer en el Budismo y a creer con una fe profunda en la ley de causa y efecto.

Tener una personalidad estable radica en la práctica adecuada

Las emociones son perjudiciales cuando uno engaña a los demás intencionadamente o cuando no tiene estabilidad emocional. Las personas inestables pierden los estribos con frecuencia y luego, cuando se arrepienten, se postran ante el Buda. Pero después, cuando interactúan con los demás, vuelven a perder los estribos. Una y otra vez, se postran ante el Buda arrepentidos. Encuentro a menudo a personas así, que dicen: “Shifu (maestro, en chino), creo en el Budismo y sé que no debería perder los estribos y pelearme con la gente. Pero sigo dejándome llevar por la cólera y regañando a la gente.” No hace mucho, estaba yo en el Midwest, en los Estados Unidos, y conocí a un taiwanés, estudiante de doctorado, que me dijo: “¡Me pasa algo muy raro, Shifu! No puedo leer los sutras. Cuando leo los sutras por la mañana, termino peleándome con mi esposa esa misma tarde.” Dije: “Eso no está bien. Leer los sutras debería aumentar tu compasión. ¿Cómo es que terminas peleándote con tu esposa?”

Me contestó: “Shifu, siempre que leo los sutras, lo hago con la esperanza de que, en el futuro, no me vuelva a pelear con mi esposa. Pero después siempre acabamos peleándonos. Siempre acaba por ocurrir aquello que temo.”

Dije: “No estás leyendo los sutras de manera correcta. Al leer los sutras, ¿estás pensando en evitar peleas y en no dejarte llevar por la cólera por la tarde? Si lees los sutras con esa mentalidad, tu mente está ya perturbada. Después de leer el sutra, naturalmente te sentirás agitado y acabaréis peleándoos el uno con el otro.”

Entonces, su esposa, que estaba sentada a su lado, dijo: “Shifu, mi marido nunca me escucha. Le digo que lea los sutras con la mente relajada y sencillamente no me escucha.”

Le dije: “A partir de ahora deberías leer los sutras con la mente en calma. ¿Cómo quieres llegar a evitar un estado emocional si recitas los sutras, los lees y practicas en un estado de ánimo tan ansioso y agitado?” Este ejemplo muestra que no se trata de que este bodhisattva careciese de la potencia y capacidad de reacción necesarias. En realidad, lo que ocurría era que no practicaba correctamente; su actitud de práctica era problemática. Este estudiante de doctorado recitaba los sutras y practicaba de manera emocional y, por consiguiente, es natural que el efecto de su práctica fuese emocional. Es necesario armonizar y regular nuestras emociones. Estudiar y practicar el Budismo es cultivar la serenidad y la tranquilidad; de esa forma, nos volveremos naturalmente más racionales que emocionales. Si siempre esperamos obtener algo con la práctica budista, preocupados por alcanzar ese algo más rápidamente, esta expectativa nos creará problemas emocionales.

Transformar la emoción en razón en movimiento

Recitar el nombre del Buda y salmodiar sutras es útil pero con eso no conseguiréis automáticamente volveros más racionales. Ahora os enseñaré algunos métodos para transformar la emoción en razón:

(1) Primer principio: el recogimiento de la mente
Dirigid la atención desde fuera hacia dentro, no la concentréis en los demás y no la depositéis en lo que veis y pensáis o en las apariencias o los fenómenos que os rodean. A continuación, sed conscientes de vuestra respiración y examinaos: “Cuando estoy enfadado o agitado, ¿cómo respiro? ¿Respiro apresuradamente?” Esto es prueba de que vuestro estado de ánimo y vuestra respiración están estrechamente relacionados.

(2)Segundo principio: el pensamiento atento
Dirigid la atención hacia la sensación de la respiración y, a continuación, prestad atención a lo que piensa vuestra mente. Si sois capaces de prestar atención a lo que estáis pensando en ese momento, el pensamiento mismo que os estaba haciendo sentir enfadados o disgustados habrá cesado y ya no os enfadará.

(3)Tercer principio: cerrar los ojos
Cuando sintáis que estáis a punto de enfadaros con alguien, cerrad inmediatamente los ojos y centrad vuestra atención en la respiración. Puede que la otra persona siga estando enfadada y siga gritando. En ese momento, cerrad los ojos y decíos a vosotros mismos: “Voy a esperar un momento y ya me ocuparé de ti luego.” Al veros con los ojos cerrados, la otra persona podría pensar que os sentís mal o que habéis tirado la toalla y dejará de provocaros. Respirar profundamente no es lo mismo que respirar atentamente; la respiración profunda, por sí misma, aún puede haceros sentir tensos, mientras la respiración atenta puede ayudaros a calmaros al inhalar y exhalar.

Armonizar las emociones en la tranquilidad

Podéis emplear los métodos arriba mencionados cuando experimentéis emociones inestables durante vuestras actividades diarias. Ahora voy a hablar de armonizar y equilibrar las emociones en un estado de tranquilidad. Me gustaría que hicierais las siguientes cosas una tras otra: en primer lugar, cerrad los ojos. Ahora, relajad la cabeza y los músculos faciales. Después, relajad los hombros. Luego, desplazad el peso del cuerpo hacia el respaldo de la silla, de modo que vuestro centro de gravedad se sitúe entre las nalgas y el cojín. A continuación, relajad todas las partes del cuerpo que tengan sensación. Finalmente, evitad que los globos oculares se muevan demasiado y relajad los ojos: es así como uno se relaja al máximo. Desprendeos de todo lo que ocurre en vuestros cerebros. Permaneced sentados de esta manera en silencio dos o tres minutos y luego abrid los ojos. De hecho, este ejercicio en cierta forma hace descansar tanto el cerebro como los músculos. Después de descansar un rato, descubriréis que este ejercicio puede tener como resultado un relajamiento real de vuestras emociones. El Budismo exige que le demos la misma importancia a la comprensión y a la práctica. Hay mucha gente que posiblemente tiene un gran conocimiento intelectual de las enseñanzas budistas, pero, en la realidad, carecen de práctica y comprensión. No es suficiente conocer las enseñanzas sin más si no se ponen en práctica.

El preocuparse demasiado por cosas insignificantes o el juzgar a los demás según las propias normas de uno podrían parecer actitudes racionales pero, en realidad, son actitudes emocionales dañinas. Por ejemplo, puede ocurrir que una determinada persona budista tenga algún conocimiento de los preceptos budistas y de cómo debe comportarse un budista y que solo use su conocimiento de dichos preceptos como vara de medir para juzgar la conducta de los monjes. Si empleáis los preceptos únicamente para criticar, mientras que otras personas los guardan en su corazón, no hacéis sino dañaros a vosotros mismo. Sin embargo, la razón no deja de ser beneficiosa. Las personas racionales tienen claros las cosas y los principios; mantienen la tranquilidad y la calma al tratar con la gente y al actuar.

Deberíamos ser claros en cuanto a las cosas y los principios. Algunas personas sólo conocen los principios pero no comprenden las cosas; en las relaciones no se dejan guiar por la sabiduría y, a consecuencia de ello, experimentan constantemente contratiempos. A menudo oímos a la gente preguntar: “¿Por qué eres tan ingenuo?” Las cosas y la razón no siempre concuerdan; puede ocurrir que lo que decís sea cierto pero, cuando se pasa a la práctica, realmente no se puede actuar con tanta perfección. Un profesor de administración empresarial de Taiwán era una autoridad en su campo. Fue nombrado Director General de una empresa pero dimitió en menos de medio año. La explicación que dio es que él era la persona adecuada para enseñar administración empresarial pero no estaba hecho para la gestión. Esta es la razón por la que los científicos de hoy en día hablan de ciencia empírica. La ciencia teórica trata únicamente de posibilidades, que no tienen por qué resultar necesariamente en un éxito.

Por lo que respecta al Budadharma, deberíamos distinguir claramente entre las cosas y los principios y comprender ambos. Las cosas son lo que son y no siempre se pueden explicar realmente con palabras. Por el contrario, los principios —razones y conceptos— por lo general se pueden explicar mediante el lenguaje. Cuando uno observa las cosas en sí mismas y por sí mismas, no tiene por qué atribuirles necesariamente ciertos principios; son fundamentalmente razonables en sí mismas y por sí mismas. Sin embargo, cuando las cosas suceden, la sutileza al aplicar los principios depende de lo que uno tenga en la mente; por lo tanto, puede ocurrir que no se pueda utilizar como norma una teoría preconcebida y prescrita.

Ser claros sobre las cosas y los principios

En uno de los sutras, el Buda utiliza una parábola para explicar la distinción entre las cosas y los principios. En su época había más de sesenta escuelas filosóficas en la India y cada una tenía sus propias opiniones y explicaciones sobre el universo y la vida humana. Uno de los discípulos del Buda le preguntó: “¿Cuál es el origen de la vida humana y del universo?” El Buda contestó: “No voy a contestar a esta pregunta. En cambio, te contaré una parábola. Imagina que alguien resulta herido por una flecha envenenada en un campo de batalla. Ahora dime: ¿es necesario que averigües desde dónde se lanzó la flecha, quién la disparó o quién la fabricó, cómo se aplicó el veneno al dardo? ¿O tienes extraerla inmediatamente para salvar la vida del herido?” El discípulo dijo: “¡Por supuesto que la primera cosa que hay que hacer es extraer la flecha!”

Este relato nos muestra que en el Budadharma se hace hincapié en los aspectos prácticos y se sostiene que el principio es resolver los problemas urgentes, en lugar de ocuparnos de demasiadas teorías irreales. Cuando nos ocupamos de las cosas, lo prioritario es ocuparnos de las propias cosas. En este ocuparse de las cosas hay principios subyacentes, aunque puede que dichos principios no sean teorías procedentes del pensamiento lógico o de debates. Pero sí reflejan una ley de la naturaleza y el deseo de la mayoría de la gente. La parábola de la flecha envenenada, tal como la enseñó el Buda, es un principio en sí y de por sí.

Los preceptos budistas son una lista de cosas que no deberíamos hacer y no tenemos que hacer; por otro lado, tenemos que hacer lo que debemos hacer. “Concentración” significa hacer lo que aspiramos a hacer sin perder la calma. Para alcanzar el propósito de no hacer el mal, también tenemos que estar tranquilos. A veces, la gente sabe claramente que no debería hacer algo concreto pero lo hace, no obstante. Esto se debe a que pierden la calma. El efecto básico de practicar la concentración radica en permitirnos desarrollar la tranquilidad emocional. Por ejemplo, levantarse temprano todos los días para hacer postraciones ante el Buda, recitar el nombre del Buda y sentarse a meditar pueden contribuir a mantener nuestras emociones en calma. La fe también es muy importante. Por ejemplo, podemos expresar nuestra fe levantándonos temprano y postrándonos ante Avalokiteshvara. Si lo hacemos y creemos que el bodhisattva nos protegerá dondequiera que vayamos, entonces tendremos emociones serenas y no sentiremos preocupaciones ni temores. La confianza es importante, pero la fe religiosa es incluso más importante, porque este tipo de fe nos puede ayudar a serenar la mente. La religión es emocional, pero también tiene la función de la razón.

La razón y la emoción necesitan estar en armonía

Respecto de la necesidad de que razón y emoción estén en armonía, ¿son el agua y el fuego compatibles entre sí? El sentido común nos dice que el agua y el fuego no son compatibles, pero esto no es necesariamente cierto. De hecho, el agua necesita el fuego y viceversa. En chino se alude a esto diciendo que “el agua y el fuego se complementan recíprocamente” como fenómenos naturales. Si el agua fuese agua y el fuego fuese fuego y no se complementasen ni estuviesen en armonía, la vida sería muy triste. ¿Sería bueno que todo fuese fuego? Del mismo modo, ¿sería bueno que todo fuese agua? Para poder tener una utilidad cualquiera, deben complementarse y, así, estar en armonía. Veamos, por ejemplo, los principios de qian/kun (cielo/tierra) y yin/yang (principio femenino / principio masculino). ¿Son complementarios o contradictorios? ¿Son la razón y la emoción complementarias o contradictorias? Para una persona corriente, la compasión es emocional y la sabiduría es racional; para un gran practicante, la manifestación de la sabiduría debe ir acompañada de acciones compasivas para beneficiar a los seres sintientes. Cuando uno sabe qué significa la compasión, debe de ser una persona de gran sabiduría. Por lo tanto, la emoción y la razón deberían ser las dos caras de una misma moneda y estar en armonía la una con la otra.

El Budadharma no es algo aparte de los dharmas mundanos. La gente me dice a menudo: “Shifu, yo soy laico. Hablo de cosas mundanas y hago cosas mundanas, así que temo que se ría de mí.” Pero yo les digo: “Si no hubiera cosas mundanas y dharmas mundanos en este mundo, entonces, ¿qué me quedaría por hacer a mí?” Por lo tanto, los monjes budistas deberían considerar que todas las cosas mundanas son aquello de lo que deberían preocuparse. La única diferencia es que los monjes budistas usan el Budadharma para consolar y orientar a los laicos en sus asuntos mundanos.