La enfermedad del Chan (I)
Conferencia impartida por el Maestro Sheng Yen el 24 de junio de 1984.

Esta conferencia continúa la discusión que empezó hace dos semanas respecto a los cuatro tipos de apegos erróneos a las cuatro características: el ego, los demás, los seres sensibles y la vida. En aquél entonces, di una explicación general de las cuatro características. Dije que todas las cuatro características tienen su origen en el apego al sentido del ego. La semana pasada, examiné estas características desde la perspectiva del practicante. Comprendimos cómo él las experimenta a través de varias etapas en su práctica. Hoy continuaremos esta discusión e intentaremos comprender los problemas que pueden ocurrir cuando un practicante está apegado a las cuatro características. Se discutirán también soluciones a cada uno de estos problemas.

Esta discusión se dividirá en tres secciones. En la primera sección, examinaremos cómo el apego al sentido de individualidad, que se origina de las cuatro ideas equivocadas, se manifiesta en el comportamiento del practicante. En la segunda, presentaremos una descripción del proceso de práctica de un practicante experimentado y la conducta que mejor lo ayuda en su progreso. Y en la tercera sección, ofreceremos una descripción general de la actitud que debe mantener el practicante en el proceso de la práctica espiritual.

Las personas que han logrado buenos resultados de la práctica, y que han practicado esforzadamente durante mucho tiempo, piensan que han llegado a la etapa de la sabiduría pura, donde se termina todo apego al ego, y han entrado en el Nirvana. En realidad, cualquiera que piense que ha alcanzado la iluminación, sin duda alguna, todavía no ha logrado la iluminación. Tal persona todavía posee un sentido del ego (debido al hecho de que piensa que hay un ego para iluminar.)

La iluminación no es un objetivo ni un sentimiento ni un entorno en el que uno puede entrar. Si cualquier de éstos fuera la iluminación, sería limitada y, por lo tanto, ilusoria. Mientras que uno considere la iluminación como un objetivo y mientras que haya un ego que se beneficie de la iluminación, la sabiduría suprema todavía está muy lejos.
Después de oír lo que he acabado de decir, pensarás que lo entendiste. Pero para un practicante que empieza es difícil de entender la alegría que se origina de estas experiencias. En efecto, suponiendo que después de mucha práctica hayas experimentado la sensación de la desaparición del ego en el Nirvana. En ese momento, te llenas de júbilo, y exclamas, “Realmente, mi ego ha desaparecido por completo. He entrado al Nirvana.” Sin embargo, ¿has realmente entrado al Nirvana? Debido a que todavía hay un sentido de un ego entrando al Nirvana, el logro final aún no ha sido alcanzado. Pero esta experiencia es tan poderosa que probablemente puede desviar incluso a un practicante experimentado.

Lo que he dicho ofrece el primer ejemplo de las ideas equivocadas que provienen del erróneo apego al ego. Ahora examinemos el segundo ejemplo. Suponiendo que a través de la práctica uno llegue a la etapa donde se elimina el concepto egocéntrico. Uno se sentirá completamente relajado y liberado, unificado con el universo e indiferente a su relación con él, pues su sentimiento de sí mismo se ha ido. Su estado no es el de júbilo, sino más bien de perfecta tranquilidad; no saltará de placer, ni tampoco gritará que ha entrado en el Nirvana. Pero en este caso no importa lo que el practicante haya experimentado, el ego todavía existe.

Una vez que un practicante cuya experiencia es idéntica a la que se describe arriba salga de este estado, declarará que comprende el Nirvana, ha visto el Cuerpo del Dharma del Buda y ha logrado la sabiduría suprema. Si todavía no has llegado a dominar las técnicas meditativas de esa persona, y tratas de contradecirle, diciéndo que “Sólo estás diciendo tonterías”, él puede vencerte en argumento. Tal practicante, por lo general, está muy apegado a su realización. Se sentirá muy frustrado cuando no creas lo que él dice. Quizás te dirá lo siguiente: “No has tenido nunca mis experiencias, así que no sabes de lo que estoy hablando.”

Lo peor aún es que haya otra persona por allí cerca quien esté dispuesto a afirmar lo que dice este practicante, tal vez debido a que esta persona piensa que sus propias descripciones del Nirvana y su realización concuerdan perfectamente con las descripciones dadas en los sutras budistas. Este espectador diría a lo mejor que, debido a que él mismo ha experimentado las experiencias descritas por el otro practicante, está en posición de afirmar su validez. Esto va a poner al primer practicante muy contento. Pensará que el que respalda lo que dice es su verdadero amigo del Dharma.

Entrar al Nirvana se dice que resulta en liberación. Entonces, ¿qué tipo de liberación alcanza el practicante, quien responde a las alabanzas con júbilo y a los insultos con angustia? Parece que hay algún problema con su Nirvana. Tal vez nuestro practicante conteste lo siguiente a nuestra conclusión: “Respondo a los elogios y críticas de modos diferentes. Debido a que he eliminado el ego, no me importa nada en absoluto. Pero para sostener la dignidad del Buddhadharma, censuro a los que chocan con el Dharma y alabo a los que concuerdan con ello.”

¿Qué podremos decir a esto? Resulta imposible de juzgar la realización de tal persona. Lo importante es su propia experiencia de iluminación. Si como un resultado de esa experiencia él piensa, “¡Guau, he entrado en el Nirvana y he eliminado mi ego! Tengo sabiduría suprema”, entonces, él no ha entrado en el Nirvana. Uno entra en el Nirvana sólo cuando para él tanto el Nirvana como el Samsara (así como el tiempo) desaparecen y se convierten en un sueño; uno entra en el Nirvana sólo cuando no hay más sensación de alegría o pena, y la mente esta totalmente estable y tranquila.

Parece raro que incluso la iluminación se considere como un sueño. Quizás es más fácil de entender lo que es Samsara. Pero si ambos son igualmente ilusorios, entonces el practicante es atraído al deprimente proceso de luchar por salir de un sueño solo para entrar en otro. En realidad, la iluminación por sí misma no es un sueño, pero el concepto de iluminación así como su obtención es en verdad un sueño. Por consiguiente, los seres sensibles en el Samsara están viviendo en un sueño con el concepto de iluminación que realmente no es más que un objetivo para lograr. Una vez que verdaderamente se ha alcanzado la iluminación, la iluminación ya no es un sueño. En realidad, la iluminación deja de existir. Cuando se alcanza la genuina iluminación, ésta desaparece.

Un practicante se puede comparar con alguien que está tratando de subir una montaña hecha de cristal. La montaña es extremadamente empinada y resbaladiza. El montañista está descalzo, y para colmo, la montaña está cubierta por aceite. Cada vez que se esfuerza por escalarla, se desliza hacia abajo.

Con perseverancia, sin embargo, trata una y otra vez de subir la montaña hasta que, completamente exhausto, se hunde en un profundo sueño. Cuando despierta, el montañista se da cuenta de que la montaña ha desaparecido completamente. Comprende que todo su esfuerzo no fue más que un sueño, y que no hay necesidad de subir la montaña; que no hay progreso que hacer. En este sueño, sin embargo, la montaña sí existía, y si no hubiera intentado hacer todo lo que es posible de hacer – el ideal de subir la montaña – el no habría sido capaz de despertar del sueño. Por consiguiente, en la práctica del Buddhadharma es necesario tratar de liberarse del Samsara y alcanzar el Nirvana (aunque no son alcanzables porque ambos son ilusorios). Si en el curso de tu práctica experimentas tales estados de auto-iluminación, acuérdate que aún sigues soñando.

Hasta ahora hemos hablado de los que piensan que han alcanzado la iluminación en relación a un ego existente. En nuestro tercer ejemplo, examinaremos la igualmente errónea, pero contraria perspectiva. En este caso, el practicante declara que debido a que ha comprendido que no hay Nirvana ni un ego para entrar en el Nirvana le da igual la alabanza, el insulto, los asuntos del mundo mundano e incluso su propia práctica, y que igualmente el mundo no es más que una ilusión insignificante. Esta actitud es bastante errónea y es a lo mejor más peligrosa para el practicante que los dos ejemplos anteriores de ideas equivocadas.

En esos dos ejemplos, el practicante renacerá en los reinos celestiales después de la muerte mediante la práctica de dhyana. Pero este tercer practicante caerá en la tentación de sus ideas equivocadas de dejar de practicar. Si continuara con total perseverancia en su práctica, se encontraría en la posición afortunada de entrar en los Cielos sin Forma. Pero si dejara de practicar debido a que piensa que nada tiene importancia dado a que todo es ilusión, renacería en el reino de los animales después de la muerte. Ni el reino de los seres celestiales ni el de los seres humanos estarán abiertos para el. El caerá más bajo debido a su ignorancia.

Estos tres ejemplos de concepciones erróneas no deben considerarse extraordinarios. (Para un practicante que trabaja diligentemente es muy fácil de experimentar los estados descriptos arriba.) Por consiguiente, puedes comprender cuán importante que es un maestro cualificado porque puede orientar a sus estudiantes para evitar estas trampas. Sin tal orientación, aunque esté convencido de que está practicando el Buddhadharma, probablemente el practicante pueda estar tomando otros caminos.