Soñando y despertando
Conferencia impartida por el Maestro Sheng Yen el 24 de junio de 1979 .

Hoy quisiera hablar de los sueños. El Buda describió la consciencia de nuestra vida despierta como esencialmente similar a lo que nos referimos normalmente como “sueños”. Esto podría ser difícil de aceptar, sobre todo para alguien que esté llevando una vida satisfactoria. A nadie le gusta despertar de un sueño agradable, por no mencionar el ser informado de que toda su vida es como un sueño.
A veces es difícil distinguir entre soñar y estar despierto. El dormir está compuesto por sueños cortos, mientras que la vida despierta es meramente un largo sueño. Puedes volverte conciente de que estás soñando sólo para volver al sueño otra vez. En el Budismo, despertar del largo sueño de la vida significa comprender nuestra propia naturaleza. Sin esta comprensión un ser sensible permanece en un sueño para siempre.

Todo es fugaz y efímero, todo es irreal. Pensamos que nuestros sueños son irreales y creemos que nuestros momentos despiertos son realidad. Pero cuando reconocemos la naturaleza ilusoria de la vida y la muerte, el cuerpo y el mundo, entonces vemos que tanto el sueño como el despertar son igualmente como sueños. Quizás habrás tenido la experiencia de déjà vu – cuando ves o lees algo que nunca has visto o leído pero sientes que lo viste o leíste antes. Todos tenemos muchas experiencias y pensamientos que provocan sensaciones y respuestas en nuestras mentes. Pero estas respuestas son meramente reflejos fragmentarios de todo lo que hemos experimentado, pensado e imaginado.

Un famoso fotógrafo, Lang Jing-shan, toma imágenes de las áreas alrededor de los ríos Amarillo y Yangtze, y hace que se asemejen a las pinturas chinas de “montaña y agua.” La imágen completa es reducida a una impresión. Así es cómo trabajan nuestras mentes. Nuestras experiencias están almacenadas por fragmentos en la mente subconsciente. No podemos acordarnos de ellas como una totalidad. Sin embargo, en un determinado tiempo o lugar, los fragmentos pueden aparecer de nuevo. Eso es también lo que ocurre en nuestros sueños.

Sería poco usual que alguien aceptara que su vida es un sueño. Cualquiera que no conozca su propia naturaleza pensará que está bien despierto y no tiene ningún sufrimiento. Cuando reconoce la naturaleza ilusoria del ego, comprende que simplemente ha estado soñando un sueño muy largo. Relativamente poca gente logra esa comprensión. Muchos han escuchado acerca de la práctica budista, pero pocos quieren dedicarse realmente a ella. Sin embargo, aún más raros son los que practican y logran comprender su propia naturaleza. Es lo mismo para alguien que está en un sueño. Pocas personas lo saben cuando están soñando. Aún menos son los que desean despertarse una vez que hayan descubierto que están soñando.

Comprendemos la impermanencia y la naturaleza ilusoria de la vida cotidiana en una práctica diaria con seriedad. No es suficiente escuchar meramente mis palabras, leer un libro o tener un entendimiento intelectual del concepto.

Un famoso cuento folklórico chino sobre los sueños, conocido como el “Sueño del Mijo Amarillo,” narra el relato de un joven que viajó a la capital a tomar un examen civil para cualificar como funcionario gubernamental. En el camino, se encontró con un anciano que estaba cocinando el mijo. El viejo vio que el jóven viajero estaba cansado; le dio una almohada y le dijo que tomara un descanso. El jóven se acostó a dormir y entró en un largo sueño.

Soñaba que obtuvo las mejores puntuaciones en el examen. Entonces se casó con una princesa y se convirtió en el primer ministro en la corte imperial. Tenía muchas concubinas, y cuando llegó a sus 100 años de vida, sus hijos eran demasiado numerosos para contarlos. Disfrutaba de su longevidad, e incluso en edad avanzada no quería morir. Pero cuando llegó el momento de morirse, no podía evitarlo, y como todo el mundo, pasó a mejor vida. Después de morir, dos demonios lo llevaron al infierno por haber abusado del poder burocrático y haber malversado fondos de la corte. Fue castigado por el juez de los muertos a subir por una montaña de cuchillos y después de eso fue echado a un caldero lleno de aceite hirviendo. Sintió un dolor tremendo y gritó. Justo entonces el viejo le despertó y le dijo que el mijo ya se había cocinado.

Sólo había tardado unos veinte minutos para preparar el mijo, pero en el sueño el joven sentía que habían transcurrido cien años. En el sueño, el tiempo transcurrió rápidamente. Esto es una experiencia común, no sólo en los sueños sino también en nuestra vida cotidiana. A veces tenemos sueños que parecen muy largos, pero que en realidad sólo duran unos pocos minutos en el tiempo de despierto. Eso también ocurre cuando practicamos la meditación sentada. Si te duelen las piernas y no puedes concentrarte, entonces el tiempo parece ir más lento. Pero si te sientes cómodo y la concentración no es un problema, entonces el tiempo vuela.

Los sueños son por naturaleza ilusorios y pasajeros, y nuestra conciencia del tiempo y de la realidad también transcurre como un sueño. Pero es un error pensar que nuestras acciones en la vida despierta son tan insignificantes como las de los sueños. No tenemos que sufrir la consecuencia de nuestras acciones en los sueños, pero no podemos evitar las consecuencias en la vida despierta. Nuestras acciones y palabras crean efectos fuertes y duraderos que no desaparecen tan fácilmente como los sueños. Eso es el principio de causa y consecuencia.

La mayoría de personas piensan que no son responsables por sus pensamientos si no los transforman en acciones. Todos nosotros tenemos malos pensamientos que nunca hemos ejecutado – deseando tener todo lo que vemos, deseando hacer daño a alguien que no nos gusta, etc. A veces, incluso las madres piensan matar a sus propios hijos cuando lloran demasiado alto. La mayor parte de nosotros no creemos que esos pensamientos rompan los preceptos. No obstante, para un bodhisattva el tener tales pensamientos es romper los preceptos. Pocas personas piensan en golpear o matar a alguien cuando está practicando la meditación sentada. Pero en sus sueños y la vida cotidiana, esos tipos de pensamientos aparecen a menudo. Cualquiera que practique con regularidad no debería tener esas ideas, incluso en su vida diaria.

Puede ser común para la gente el tener acciones o pensamientos no virtuosos en sus sueños. Eso es porque tales pensamientos residen en sus mentes. No obstante, los auténticos practicantes avanzados no tendrán sueños con malas acciones, así como tampoco romperán los preceptos cuando están despiertos. A eso se le llama la correspondencia entre pensamiento y acción. En la no-correspondencia, uno no rompe los preceptos mientras está despierto pero todavía tiene pensamientos malos o injustos mientras está soñando.

Hace varios años tenía una clase en la que hubo un repentino apagón eléctrico. Todos los alumnos de la clase empezaron a gritar y reírse. ¿Por qué? Emergieron sus mentes escondidas. Exhibían el control de sí mismos con luz, pero se sintieron libres en la oscuridad. Eso se asemeja a la no-correspondencia en los sueños.

Aunque comprendamos que nuestras vidas son vanas, irreales y como sueños, todavía debemos ser responsables por el sueño en el que vivimos. Justo como la actividad del cuerpo crea karma, así también lo hace la actividad de la mente. Por ejemplo, si no sabes que alguien está detrás de ti, puedes pisar su pie por descuido y luego pedir disculpas. En este caso no sientes que has hecho algo especialmente malo. Del mismo modo, según la perspectiva de un bodhisattva, los actos del cuerpo no son serios pero sí los de la mente. Para los seres sensibles comunes sin embargo, el karma del cuerpo es más serio que el de la mente.
Dado que el camino del bodhisattva se basa en la realización mental, debemos comprender que el karma producido por el cuerpo significa poco importante en comparación con el karma creado por la mente. Por consiguiente, deberíamos poner atención a nuestro comportamiento mental y asumir la responsabilidad por ello. Debemos mantener nuestra mente simple, serena y tranquila. Eso nos permitirá reducir nuestro karma día tras día. Para hacerlo depende de la práctica.